el valor de escribir bien

El valor de escribir bien, idiota

Corre por las redes una imagen, la que acompaña a este post, cuyo origen no he logrado encontrar, pero que me permite ilustrar de forma lapidaria la importancia de escribir bien y sin errores ortográficos.

Hoy en día las redes sociales han pasado a ser la primera carta de presentación tanto para personas individuales como para empresas. Desde el momento en que escribimos algo y esto pasa de la esfera de lo privado a la pública, el estilo y la corrección de lo escrito se tornan un rasgo de credibilidad y de prestigio social, factores imprescindibles si queremos ganar y mantener el respeto de quien nos lee en toda comunidad virtual.

Las imágenes y los textos se combinan en internet, y si es cierto que las primeras valen más que mil palabras, no lo es menos que, si leemos una opinión bien escrita y otra mal escrita, otorgamos más credibilidad (incluso profesionalidad, dependiendo de quién la haya escrito) a la primera, independientemente de conocer o no a su autor. Es más, como el autor sea alguien conocido, la imagen que teníamos de él hasta el momento puede empeorar, pues pensaremos que es poco cuidadoso y que, precisamente por ser quien es, no se lo vamos a disculpar.

Aún más allá, si hablamos de textos que hacen referencia a productos o servicios escritos sin la necesaria corrección ortográfica y de estilo, no solo nos impedirá poder leer el texto de manera fluida y centrando nuestra atención en el contenido, sino que, y más importante, esta falta de corrección influirá claramente en la calidad percibida por los posibles compradores de aquellos servicios o productos. 

Internet, un piélago lleno de escollos

Si navegar por internet fuera hacerlo en el mar, el piloto automático sería totalmente inútil ante la cantidad de escollos, arrecifes y bajíos que hallaríamos a nuestro paso. Así es Internet: no hace falta navegar mucho rato para toparse con auténticas agresiones al idioma.

De hecho, hace unos años se acuñó en Internet el apelativo “hoygan” para nombrar a aquellos que insertaban sus comentarios y opiniones haciendo gala de una ortografía deleznable y una total falta de modales. El vocablo procede de la frase «Hoygan (por “oigan”), necesito alluda urjente por un problema en mi ordenador».  A menudo la falta de respeto de estas personas escribiendo en Internet suele ser el reflejo del que tienen fuera de ella.

Si el contexto cambia, ha de cambiar nuestro registro

Ya hemos mencionado que escribir bien exige conocer las normas ortográficas, pero también saber adecuar nuestro estilo o registro a las circunstancias: no hablamos igual entre amigos que en una reunión de trabajo. El contexto determina el tono y estilo de nuestro lenguaje: no escribiremos igual en Facebook que en LinkedIn, o en Twitter que en WhatsApp. Inteligencia y habilidad es saber adaptarse a cada contexto; hacer faltas de ortografía es ignorancia. Cosa bien distinta es abreviar y condensar palabras en los chats o los SMS, algo pertinente de la escritura específica de estos medios.

El uso de la lengua está vinculado al ser humano. Los nuevos medios pueden condicionar la forma en que escribimos. Las diversas plataformas y espacios virtuales donde podemos compartir información, comunicar, exigen niveles diferentes del discurso. Quien es consciente de que escribe para alguien sabe que hoy escribes algo en Internet y de forma casi automática lo leen miles de personas en todo el mundo. Sabe también que si cuida el cómo dice las cosas puede lograr que sus contenidos sean más eficaces y preservar o mejorar su credibilidad e imagen. En todo caso, el problema no es de la Red, sino de la educación.

Se dice que la gente lee cada vez menos. Esto, en vez de llevarnos a acortar las palabras y frases rozando la interpretación jeroglífica, ha de llevarnos a agudizar el ingenio y darnos pie a buscar los términos precisos, esforzándonos por sintetizar y encontrar formas de evitar la verborrea incontenida.

Iconos y emoticonos: el aderezo perfecto

Tampoco podemos ver como intrusos en el lenguaje escrito a los iconos y símbolos como la almohadilla (#), o los emoticonos construidos mediante signos de puntuación, como “:)”, universalmente reconocidos y reconocibles. Al contrario, enriquecen la lengua escrita y son una muestra más de que la evolución también afecta al lenguaje: en la Edad Media los incunables estaban llenos de abreviaturas porque el papiro era caro y escaso.

En una entrevista García Márquez dijo «lo primero para escribir bien en Internet es escribir bien«. Si quienes se enfrentan a la pantalla vacía tienen en cuenta el respeto que merecen sus lectores, y que con ello muestran una parte de sí mismos, seguro que pondrán mayor cuidado, independientemente del soporte que utilicen para esa comunicación.

Tipos de corrección

Para finalizar, señalaré los dos tipos de corrección esenciales:

-. La corrección ortotipográfica es la corrección lingüística que subsana tanto los errores ortográficos (faltas de ortografía como tales) como los de tipografía en un texto (fallos de acentuación y puntuación, uso adecuado y pertinente de mayúsculas, cursivas, comillas, abreviaturas, posibles errores sintácticos, etc.).

-. La corrección de estilo se centra en los planos sintáctico, gramatical y expresivo para pulir el texto de modo que logre maximizar su riqueza expresiva y transmitir adecuadamente el contenido. Está en el ámbito de la corrección literaria, por ello atiende no tanto a los errores que afectan a la norma como al estilo propiamente dicho. A menudo el propio autor no los detecta por estar muy familiarizado con su obra. Entre otros, podemos hallar fallos de concordancia, repeticiones, ambigüedades, tiempos verbales con usos dislocados, etc.

Una buena corrección ortotipográfica y de estilo debe preservar, ante todo, el estilo original del autor, sin enmascararlo o “sobrecorregirlo” en exceso, por ello su finalidad será siempre tratar de eliminar las imperfecciones y resaltar las virtudes de su redacción.

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