Obsolescencia programada

Obsolescencia programada: ¿quién tiene la culpa?

La obsolescencia programada consiste en planificar el fin de la vida útil de un producto. Tras un período de uso determinado por el fabricante el producto deja de funcionar correctamente o se estropea, de forma que haya que comprar otro nuevo que lo sustituya.

Sea debida a los avances tecnológicos, inducida por la publicidad y el marketing o para reducir la vida útil de los productos y así vender más, es un fenómeno del que tradicionalmente la industria tenía la culpa. Pero… ¿sólo la industria?

Una responsabilidad compartida

Ciertamente, a las empresas no les interesa vender productos duraderos: la moda es efímera, las baterías de los móviles cada vez se agotan más rápido, componentes electrónicos se quedan sin recambios, a menudo las fechas de caducidad no son reales, sufrimos constantes actualizaciones del software…

Nosotros como consumidores nos quejamos, pero preferimos renovar y escoger nuevos productos constantemente. En realidad, nadie nos obliga a comprar, podemos ignorar la publicidad, denunciar las malas prácticas de algunas empresas, podemos influir a otros consumidores con nuestros comentarios en internet, etc. Y a pesar de todo, seguimos queriendo la última novedad.

Con esta actitud, con este comportamiento de compra casi compulsivo, damos razones a las empresas para lanzar nuevas versiones casi iguales a las anteriores; es como si pusiéramos nosotros la fecha de caducidad o de obsolescencia a los productos…

¿Qué podemos hacer como consumidores?

La solución no va a venir de la industria, inmersa en una espiral de vender cada vez más. La solución pasa por los consumidores. Debemos tomar la iniciativa y preguntarnos qué podemos hacer para contribuir a acotar la obsolescencia programada. Entre otras acciones, podemos:

  • No guiarnos por tendencias ni modas, huir de la “fast-fashion”
  • Saber exactamente qué necesitamos y no dejarnos llevar por el impulso de comprar
  • Comprar productos locales (Km. 0), procurar saber su procedencia
  • Exigir mayor calidad y evitar los productos de mala calidad y de usar y tirar
  • Adquirir productos de empresas socialmente responsables
  • Solicitar información acerca de los materiales de fabricación
  • Reciclar, reducir y reutilizar

No todo es tan malo

Pese a lo dicho hasta aquí, sería demasiado simplista condenar sin más la obsolescencia programada. Desde una perspectiva macroeconómica, si las empresas renuevan con más rapidez sus productos, se potencia el crecimiento, se crean empleos y se fomenta la innovación para mejorar la calidad de los productos, lo que beneficia tanto a la industria como al consumidor.

Es un hecho que el progreso es la causa principal de la mejor calidad de vida de la sociedad actual. Con todo, este mismo progreso conlleva graves amenazas para el medio ambiente (calentamiento global, vertidos tóxicos…). Para que el equilibrio entre progreso y cuidado del planeta sea factible y real, tanto consumidores como empresas debemos concienciarnos de verdad sobre la necesidad de reciclar, de utilizar materiales menos contaminantes, impulsar las energías renovables, optimizar el consumo de la energía, etc. Y, por descontado, cambiando nuestro comportamiento de compra fomentando actitudes como las descritas más arriba.

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